Tú, que aun miras los días
nublados y cuando cae la lluvia caminas hacia ellos.
Tú, que vas a la lluvia y
vienes de ella, que te deprimes si las nubes cambian de lugar, que tratas de
seguir las huellas de una nimbus y sueñas con suicidarte sobre el gran reloj de
la capital.
Tú, que coordinas un
pelotón de sonrisas de mentiras, que en el afán de no hacer daño pierdes la
vida, y luego otra, y otra, y otra vez, y tumbas muros colosales y duermes
sobre mares de irreversibles males.
¿A caso eres tu capaz de
comprender mis indómitos pensamientos y hablar mi vasto lenguaje?
Tú, cuyo destino se
encamina hacia el sacrilegio, a quien quieren condenar de hereje y escribe
rápido a un solo trazo, como para desembarazarse.
Tú, que al advertir la
tormenta sales y te bañas en ella, que no hablas, si no que prorrumpes y lloras
a hojas sueltas.
Tú, que al ver violencia te
escondes en la primavera e interrumpes en bodas ajenas.
A ti, que miras miradas y
haces a las canciones cantar, cuyos días se pasan esperando a la noche
Tú, que tienes la
naturaleza de un árbol y la profundidad de la literatura
¿Sabes volar mirando el
océano?
Tú, cuyo abrazo siento en
la muerte de una metáfora, y haces entrar en Nirvana a cualquier montaña
¿A caso eres tú capaz de
comprender mis indómitos pensamientos y hablar mi vasto lenguaje?
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